Cuando suenan los tambores de ‘el cambio’ en la lejanía

Javier Quintano Ibarrondo en DNN

Hace unos días, la novelista Emma Riverola (autora de Cartas desde la ausencia) se acercaba al final de un pulcro artículo en el que no bajaba ni un solo momento su punto de mira radical con estas palabras: «Porque si dejamos de creer en nuestra capacidad de transformación y mejora, renunciamos a ejercer el poder». La idea que contiene esta frase ha sido repetida de una u otra manera tropecientas veces por innumerables personalidades de la política, y también del mundo empresarial. Viene a cuento cuando se aproxima una nueva campaña electoral, por ejemplo, y antecede al eslogan «por el cambio» que, añadido a adjetivos tan autosuficientes como digno, inteligente, tranquilo, eficaz, necesario… se encarga de enarbolar la oposición. Y antecede también al eslogan «para que no se detenga el cambio ya iniciado» que rubrica el grupo que ostenta el poder y que no quiere ser desalojado por no poder hacer frente a unas promesas redactadas en un programa y comprometidas ante decenas de miles, o ante millones, de votantes; es decir, que no quiere ser desahuciado por falta de pago.